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15 ESTRELLAS EN EL FIRMAMENTO

Atlético Nacional volvió a ser campeón en Colombia pero esta nueva vuelta olímpica trajo consigo un festejo aún mayor: por primera vez en 69 años de historia, el verde de Antioquia es el equipo más ganador del fútbol colombiano en cuanto a títulos ligueros se refiere, porque ya en la Era Osorio, sumadas todas las copas, ostentaba esa distinción. Repasemos la gloria Verdolaga.
Por Ramón Fernando Pinilla H.

Atlético Nacional volvió a ser campeón en Colombia pero esta nueva vuelta olímpica trajo consigo un festejo aún mayor: por primera vez en 69 años de historia, el verde de Antioquia es el equipo más ganador del fútbol colombiano en cuanto a títulos ligueros se refiere, porque ya en la Era Osorio, sumadas todas las copas, ostentaba esa distinción. Repasemos la gloria Verdolaga.
Por Ramón Fernando Pinilla H.

Colocar el juego Atlético Nacional vs Atlético Junior bajo la gélida lupa analítica del insatisfecho explorador de perfecciones en que jornada tras jornada se convierte el incipiente redactor deportivo, equivaldría a encontrar datos o hechos que le quitarían a este fabuloso logro el valor de la consagración o el sabor de la conquista. De la conquista inédita para el cuadro Verdolaga porque es la primera vez que se convierte en el más grande por estrellas en Colombia en sus más de seis décadas de existencia.

La tarea compleja para quien escribe está en utilizar diccionario, lenguaje y libreta de apuntes en su máxima expresión, para intentar entrar en el corazón del lector y atraparlo con algo novedoso de otro título verde, luego de haber escrito ya la odisea de tantos títulos anteriores en ediciones pasadas que tanto coleccionan nuestros hinchas. Otra vez la tarea de reflejar un título, de escribir una estrella, de contar una historia tan repetitiva durante la última década. Con sensaciones tan similares, pero con detalles tan diferentes. Allí nos apoyaremos para teclear emociones que alteren los sentidos, bucear el mundo de las pieles erizadas y surfear las aguas de un planeta indescriptible desde lo deportivo y desde lo glorioso.

Que quede claro, entonces, que sabiendo lo espinoso y arduo de la faena a realizar, insistimos henchidos de nacionalismo en intervenir en la tarea de forma directa para dejar clara la sentencia de que pueden ser todas las vueltas olímpicas que quieran a su haber, repetitivas por demás, pero cada una trae consigo algo desconocido hasta entonces que invade nuestra alma de amor y romance sincero por nuestros signos representativos llamados colores, escudo, bandera y métodos.

Es por eso que estas letras, escritas apenas dos horas después de la final en el Atanasio Girardot ante el elenco barranquillero, para evitar olvidar detalle alguno, aún sienten la necesidad de repetir lo vivido en el estadio, ahora frente al frío teclado del computador, que palpita con las yemas de los dedos chispeando aún pletóricas de triunfo, aún calientes por la gloria, aún hirviendo de pasión, todavía atiborradas por la leyenda observada hace tan poco, pero para cuando ustedes lean, hace ya tanto.

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. Es complicado olvidarse de lo experimentado en la fantástica noche del 20 de diciembre. Es imposible no detenerse en la fenomenal noche de Franco Armani, curtido jugador Verdolaga que intuye como vidente a dónde irá el balón lanzado décimas de segundos antes por un jugador rival. Este profeta vaticinador de instantes encontró predestinada su grandeza en Bahía y San Pablo en Copa Sudamericana, pero también ante Junior por partida doble en compromisos de definición de títulos, dejando tan arriba su estela de gloria, que desde esa altura no se vislumbra la estatura del arquero que compitió con él en ambas finales, Sebastián Viera, porque ni siquiera le dejó las migajas de la torta grande.

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. Besado por Zeus, acariciado por Juno, mimado por Poseidón, coqueteado por Atenea, halagado por Afrodita y  galanteado por Artemisa, Jefferson Duque desde que llegó fue un dios verde del área contraria donde encontró su territorio y depredó a sus rivales, inmortalizándose con la perfecta mimetización de los colores y el césped que no le permitió a los contrincantes verlo ni de día ni de noche. Con 15 goles fue el Pichichi del semestre y dejó su última inspiración en aquél imborrable balón cruzado de Alcatraz que sentenció el paso a la final del fútbol colombiano en la noche de las copas y el tifo. Lejos del área Duque es un jugador como todos los demás, dentro de ella es una enciclopedia y conoce el manual del artillero.
 

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. Un menor de 20 años hacía arder la caldera del Atanasio Girardot a los 30 segundos de iniciado el juego, pasándole sin pasarle un bronceador al banco juniorista que dejó quemar y arder casi de inmediato, por un muchachito con tres meses en primera, la charla técnica de Alexis Mendoza, en cuestión de un simple click a la tecla que envía el mensaje de whatsap. Esa noche Marlos Moreno, en la edad de los cuentos, escuchó ovaciones, principalmente cuando en la vuelta olímpica todo un pueblo lo saludaba y le decía sin decirle nada que la pobreza, como el talento, no son propiedad de ningún país. Por eso el aplauso a ese descarado chiquilín que cada que agarró el balón en el semestre intentó desarticular el libreto preestablecido buscando su libertad sin renunciar a la fantasía, ofreciendo a la vista la ficticia aventura de lo irracional.

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. El papá super Verdolaga abrazado en llanto con su hija y su esposa tras la estirada celestial de Armani, sin saber a ciencia cierta si exigirles las gracias por la declaración profunda del legado transferido, o solicitarles perdón eterno y perenne por enterrarlas literalmente en este indescriptible y fantástico mundo en que los involucrará siempre Nacional de nervios, ansiedad y vértigo.

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. Los colores metidos en el corazón, los abrazos repletos de emoción, las lágrimas que no pararon de caer por las mejillas rumbo al corazón. La garganta áspera, la saliva escondida detrás del paladar, los ojos llorosos que perdían visibilidad y nitidez. Las manos sudadas, los golpes en la espalda, los rostros de una enorme felicidad. Los papelitos al cielo, el coro que se repite cada vez más, el abrazo con los amigos y los desconocidos. La ansiedad de los penaltis, mirar o no mirar, la inaudita forma de acelerarse el músculo más importante por un simple remate de once metros.
 

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. El infinito alarido de campeón producido nuevamente por un arquero y no por un delantero. Por tercera vez en la historia la última jugada del campeonato para un título verde era de nuestro guardameta, dos de ellas de Armani. 44 mil almas enfervorizadas por la carrera loca del 34 (ARMANI IRR34L) que es perseguido por todos. La montaña humana que se detiene al frente de oriental y enmarca nuevamente la gloria. El grito que sale inmediatamente desde el alma, con todos mis amigos que no estuvieron en el estadio gritando en mi voz, porque los representé uno a uno como un hincha más.
 

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. Atlético Nacional ese partido, lo jugó sin puntos flojos. El equipo que se había insinuado en el recorrido, encontraba en la meta el destino para el que lo habían dibujado. No era un partido por los puntos, era un cotejo por un final más allá del entendimiento. La trascendencia de la consagración acepta sumar las palabras elogio y reconocimiento a quienes abonaron el camino para la conquista del éxito. Es por esto que parte fundamental de la epopeya está en quienes diseñan, tanto como en quienes ejecutan: Junta Directiva, Presidencia, Gerencia Deportiva, Comité Técnico…

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. El fervor que se vio en la cancha para la lucha que nos cotiza nuevamente en el mercado internacional, fue amplio. Vimos temperamento, carácter, personalidad. Jamás displicencia ni soberbia. Por eso la intensa alegría que nos envolvió en abrazos y lágrimas. Pero basta ya. Echemos al carajo toda la frialdad objetiva que nos impone nuestra función periodística y estampemos en estas líneas dos palabras inmortales: GRACIAS NACIONAL. Por convertirse en ese rey que no tolera que lo dominen los súbditos. Por habernos dado esta felicidad que soñábamos hace décadas desde que otro equipo, de otro color, de otra ciudad y del mismo país se hacía llamar “El más veces campeón”, fraterno adversario de nuestra divisa color montaña, que nos acaba de brindar el sabor de sentirnos en lo más alto de la tabla histórica de estrellas por primera vez en nuestras vidas. Gracias Nacional, viejo pariente de la gloria deportiva, heredero de leyenda, portador del virus del todo se puede, romántico equipo que muestra el camino y señala el sendero, hijo patentado y registrado en la notaría del fútbol por la señora LEYENDA y el señor CAMPEÓN.
 

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. Gracias NACIONAL. Gracias por haber hecho realidad un sueño que parecía hace tres décadas inalcanzable. Gracias NACIONAL, hermanito de la legendaria formación del 54 que inauguró la implacable secuela de títulos con una gesta victoriosa que siempre será recordada como el bautismo en logros del equipo más ganador del fútbol de Colombia. Estos artífices contemporáneos de una campaña record (mayor cantidad de goles a favor, menor cantidad de goles en contra, mayor cantidad de puntos, goleador del torneo, ni una roja en el campeonato), sustentada en una revolución futbolística del profesor Reinaldo Rueda, tuvo una riqueza superior: inmensamente millonarios en coraje, fervor y hombría. De Paternóster a Rueda. De Mejía a Armani, de Miotti a Henríquez, de Zazzini a Torres, de Turrón a Duque, de Mosquera a Moreno, de Gianastasio a Mejía. ¡Qué fantástica combinación de nombres ilustres! ¡Y en solo dos títulos! El primero y el último.
 

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. Gracias Reinaldo y cuerpo técnico. Gracias muchachos. Ahora somos depositarios del honor de ser los más vencedores de la historia, lo que nunca habíamos sido, gracias por traernos esta hazaña deportiva a nuestros corazones. Gracias por darnos este orgullo que da fe y crea designios de esperanza. Esa que ustedes transmitieron desde la ENORME calidad de Henríquez hasta la inmensa modestia de Chará. Desde el toque inspirado de Macnelly hasta la valentía de Mejía. Desde la capacidad goleadora de Duque hasta la serenidad que transmite Armani. Gracias NACIONAL.

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. Vale la pena además mencionar que en el juego que coronó la leyenda, el verde siempre lo tuvo todo a favor, siempre con la pelota, siempre dominador, siempre jugando. Y la fortuna que sonrió inmediatamente gracias al tanto de Moreno que empató el juego largo apenas a los 30 segundos del segundo juego corto. A pesar de tantos nervios y tanta fricción, siempre se impusieron los deseos del verde de intentar ganar el compromiso sin necesidad del punto blanco. La imprecisión dictaba una sentencia: había muchas cosas en juego.  Pero eso sí, un equipo superior. De principio a fin. Mejor plantado sobre el campo. Con mayor mando sobre la pelota, con mejores recursos para conseguirla y administrarla. Con mayor firmeza en la marca y mejores destinos en creación. En síntesis, con mayor creatividad.

Nunca tan grandes. No es fácil apartarse de tanta emoción. Tras la gesta consumada, comenzaba la coreografía más repetida del fútbol colombiano en su historia con el verde campeón. Una ópera sin igual de pleitesía por el nuevo título ofrecido. Lo que a Millonarios le costó 6 décadas construir, al verde le demoró muy poco en pulverizar. Somos únicos, por eso a algunos otros les toca ser diferentes. La gloria, dama efímera y huidiza, nos volvía a guiñar un ojo y nos indicaba que por ahora sigue radicada en la Medellín que sabe triunfar. Se viene dejando un mensaje adecuado en el mundo del fútbol colombiano para todos los rivales: cuando juegas contra Atlético Nacional, Atlético Nacional no coopera. Llevar la sentencia al plano internacional es el deber hoy. Para que en el continente sientan lo que deben sentir los demás equipos en Colombia: esa extraña comezón que no puedes rascar. El estadio estaba vacío, la gente lo había dejado para ahora llenar parques, bares y discotecas. Mientras tanto Franco Armani, quien había hecho esa noche tanto por Atlético Nacional, al finalizar todo, además, apagó la luz del estadio.

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