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1989: Nunca tan grandes

Cuando se le confió el equipo a Francisco Maturana en 1987 por su buena actuación con el Caldas en 1986 en el torneo patrio, y se le permitió tener un equipo de solamente colombianos como Higuita, Herrera, Cortina, Molina, Escobar, Villa, Pérez, García, Fajardo, Tréllez, Castaño, Galeano y otros más, todos pensaban en que el proceso demoraría cinco o seis años, para ¡SER CAMPEONES DE COLOMBIA!

Cuando se le confió el equipo a Francisco Maturana en 1987 por su buena actuación con el Caldas en 1986 en el torneo patrio, y se le permitió tener un equipo de solamente colombianos como Higuita, Herrera, Cortina, Molina, Escobar, Villa, Pérez, García, Fajardo, Tréllez, Castaño, Galeano y otros más, todos pensaban en que el proceso demoraría cinco o seis años, para ¡SER CAMPEONES DE COLOMBIA!
Y luego del subtítulo de 1988 y la posibilidad de participar en la Copa, nadie pensaba en el final feliz que terminó siendo esa versión copera, la número 40 de la historia denominada Copa “Revista El Gráfico” Libertadores de América. Porque para todos los aficionados verdolagas mayores de treinta y pico el hecho se convirtió en la panacea de sus vidas.
Poco a poco iban desfilando por el Atanasio Girardot los rivales. Y poco a poco caían miércoles tras miércoles. Los ecuatorianos Emelec y Deportivo Quito, Millonarios de Colombia, Racing de Avellaneda de Argentina, Danubio de Uruguay y Olimpia de Paraguay, este en Bogotá, vieron como la superioridad de los dirigidos por Francisco Maturana se llevaban para siempre la Copa y hacían delirar a una ciudad que nuevamente llenó dos estadios en menos de 15 horas, el propio y el de los rivales de ese tiempo, para demostrarle al continente que sí había quién ganara finales en Colombia, luego de 4 perdidas con los elencos del Valle.
Paso a paso, Nacional en primera ronda se enfrentó con Millonarios y los ecuatorianos. Tres empates en condición de visitantes (1-1 en Bogotá, 1-1 ante Emelec y 1-1 ante Deportivo Quito, le daban a Nacional la posibilidad de llegar a la segunda fase si conseguía al menos la mitad de sus puntos en casa, cosa que lograría al ganarle sus partidos a los ecuatorianos (2-1 a deportivo Quito y 3-1 a Emelec), sin importar la derrota 0-2 ante Millos.
En ese entonces pasaban los dos primeros equipos del cuadrangular y los verdes, al pasar de segundos, se enfrentaban con un ex campeón de la Libertadores en segunda ronda: Racing Club de Avellaneda en Argentina. Un 2-0 en el Atanasio mediante anotaciones de Tréllez y Villa, permitían ir al Cilindro Juan Domingo Perón de Avellaneda a manejar el partido. No era tan fácil porque los dirigidos por Alfio “El Coco” Basile por intermedio de Raúl Iglesias y Rubén Paz alcanzaron a igualar las acciones con un 2-0 que indicaba que la tortura de los penales estaba cerca. Claro que sobre el final del partido (min 39 del S.T) un puntazo de Felipe Pérez al ángulo superior izquierdo del “Pato” Fillol le entregaba el pase a Cuartos de Final al elenco colombiano. Sobre el final de ese partido, Basile fue visionario: “Nos ganó el campeón”.
Llegaba en Cuartos de Final el duelo de colombianos por disposición de la Conmebol que no permitía dos elencos de un mismo país en semifinales. Por eso verdolagas y azules se sacaron chispas en esos 180 minutos de juego en Medellín y Bogotá. El primer duelo en el Atanasio Girardot terminó con un cerrado 1-0 en favor de Nacional gracias a un tanto marcado por Albeiro Uzuriaga. Y cuando toda la prensa del país decía que en Bogotá Millonarios iba a triturar a Nacional por el demoledor ataque tenía (Iguarán, Juárez, Hernández y estrada), un 1-1 final le entregó el pase a semifinales al cuadro verdolaga. Esa noche capitalina, estrada hizo el 1-0 en favor de los Embajadores promediando la primera mitad. Todos en El Campín creían en goleada. Nacional se calmó, manejó los hilos del partido, no permitió más anotaciones azules y sobre el minuto 34 del segundo tiempo, tras una habilitación de León Villa, John Jairo Tréllez se las ingenió dentro del área para vencer a Goycochea. 1-1, eliminado Millonarios, Nacional dentro de los mejores 4 equipos del continente y a preparar la semifinal. Claro que antes Pimentel y compañía trataron de deslucir el triunfo verdolaga. Ya nada había que hacer. Inclusive en Millonarios había caballeros: “Doctor Maturana, fueron los mejores, ojalá ganen la Copa”. Las palabras no podían ser de otra persona que Arnoldo Iguarán.
Asomaba Danubio de Uruguay a quien se le sacaba un valioso empate en el Centenario de Montevideo a cero goles. Para el juego de regreso, como en el Atanasio Girardot ya se hacían remodelaciones de iluminación, el juego fue en tarde cívica decretada por el alcalde de entonces, fue a las 3:30 p.m. un miércoles. Y una de las mejores orquestas verdolagas de la historia tocó esa tarde en el Atanasio cuando Nacional venció a los charrúas por un insólito 6-0 para una semifinal de Libertadores. La tarde de la consagración del “Palomo” Uzuriaga quien con 4 tantos se deslizó por la cornisa de los más grandes y catapultó a los verdes a su primera final de la historia nada más ni nada menos que contra el Decano paraguayo Olimpia.
El primer partido en el estadio Defensores del Chaco a pesar de Nacional haber jugado un partido notable, concluyó 2-0 en favor de los paraguayos. Todo el continente daba como campeón a Olimpia. Nacional no podía jugar la final en el Atanasio Girardot porque el estadio en ese entonces no contaba con la capacidad suficiente para albergar una Libertadores. Así las cosas, entre Pereira, Cali y Manizales, la escuadra verdolaga se decidió por la capital de la república para ser la casa verde del último juego de la Libertadores de 1989.
Entonces comenzó tal vez, la mejor historia del Atlético Nacional en su historia cuando desde Medellín se desplazaron más de 30 mil hinchas verdes para presenciar la final ante Olimpia. El trasteo más grande de la historia del fútbol colombiano y quizás mundial, lo protagonizó la hinchada más popular de Colombia al enviar vía terrestre y aérea una flota de 30 mil personas incondicionales de la causa, y como en una Normandía contemporánea, pusieron al frente once corazones valientes que tenían como misión coronar el cerro más alto del balompié continental.
La noche en que El Campín pareció el Atanasio, será recordada por la carga emocional que le fue impregnada al espectáculo por ese ser imprevisible llamado fútbol. Quiso el destino que Nacional ganara el juego 2-0, el mismo marcador de Asunción, y que la lotería de los penales definiera al nuevo monarca. Y allí surgió la figura simbólica y emblemática del gran René Higuita, héroe perenne de los corazones verdolagas quien esa noche se colocó el disfraz de superhéroe y atajó todo para que Leonel Álvarez pudiera entregar, con el disparo número 18, el título y la gloria al aficionado verdolaga y al balompié criollo.
Francisco Maturana y sus muchachos lograban lo impensado. Higuita pasaba de ser futbolista a extraterrestre. Uzuriaga subía su cotización tan alto como su estatura. Y todos los aficionados verdolagas conocíamos por dentro la euforia futbolística. Ningún otro hincha en Colombia había sentido su corazón de esa forma. Nadie más conocía el pecho tan inflamado. Jamás un hincha al fútbol en nuestro país se había sentido tan orgulloso de su elección futbolera. Nacional era campeón de la Copa Libertadores de América. Y su pueblo también.

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